El contenedor trash de las noches sabatinas, La Noria, sigue su andadura semanal en Tele 5, manteniendo su línea omnímova, respaldado por la audiencia como alternativa futbolera.
En la pasada emisión dejaron de un lado la línea filodelicuencial, ampliamente transitada en los últimos tiempos por la cadena en general y por el programa en particular (ya se sabe: el ex-alcade convicto de Marbella y todas sus ramificaciones gansta-familiares, el hipermalversador y corrupto ex-director general de la Benemérita y la última irrupción estelar en el universo negro-amarillo patrio, los Santander), para dedicarse al autobombo endogámico con una entrevista hospitalaria a la compañera de cadena ex-tomatera con el fin de promocionar su próximo programa en la casa, una especie de híbrido de aquel inolvidable Humor amarillo y el yanki Jackass, de nombre Guaypaut (castellanización de Wypeout).
Así pues, allí compareció, con su glorificado y añorado entreteto por delante, una pimpante Carmen Alcayde, risueñamente dispuesta a ponderar las maravillas del nuevo engendro catódico que capitanea y a relatar un sinfín de simpáticas anécdotas de su rodaje en Argentina.
Ese fue uno de los platos fuertes del menú, acompañado por una guarnición de circunstancias, compuesta por los histriónico-patéticos debates de costumbre (regentados por esos mastines del desmelene oral-catódico que son Enric Sopena o Mª Antonia Iglesias, con la inestimable reaparición del inconmensurable cura Apeles) y por la comparecencia de una friki-celebrity de serie Z, el novio autosecuestrado del (inmenso) tonadillero Falete. Pues eso, el trayecto habitual entre el publirreportaje y el zoo esperpéntico, bajo la displicente batuta de un Jordi González, con quien no parece ir la cosa (siempre que ingresen a fin de mes, imagino).
Como colofón, echando mano de la ola retronostálgica en boga, compareció una vez más (pero no la última, supongo) una de las musas catódico-hormonales de nuestra pubertad, la cuarentona post-neumática (aunque quien tuvo, retuvo) Sabrina Salerno, para referirnos solazadamente por enésima vez la autenticidad y espontaneidad de aquel famoso descuido pezonil a ritmo de su mítico hit Boys, boys, boys en aquella nochevieja del ya lejano (ay!) año 87. Aquel bamboleo marcó un hito en los devaneos húmedos de todo un país y provocó más de una imparable taquicardia, pero conseguirán arrumbarlo en el arcón de la caspa patria de tanto recurrir a su hipnótica emisión (la última, que recuerde, fue hace unos meses en el fugaz y extinto PetaZetas que presentaba Corbacho), aunque entre la liberación pezonil de la italiana y los foulards extralargos de Mª Antonia, qué quieren que les diga…
No me resito a recordar el momentazo…
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