El Borja y el Josebas

Era cuestión de tiempo que la estrategia de La Sexta de procurarse una audiencia juvenil y desinhibida no diera con sus pasos en Internet, precisamente el lugar donde, según todos los estudios, se ha mudado el segmento de público (juvenil, urbano, etc…) a quien busca dirigirse como caladero para aumentar su share.
Así pues, la última apuesta de la cadena de Mediapro para el baqueteado prime time de los domingos (tras el fracaso y retirada del reality correcional, también centrado en el segmento juvenil, De patitas en la calle -quizás no les gusta que les pondan un espejo delante donde se refleja su insustancia), esa noche depre post-finde para la eterna juventud que hoy marca tendencia, es el espacio de humor, Qué vida más triste, adaptación catódica de un popular video-blog internetero.
Creado por Rubén Ontiveros y Natxo del Agua, este espacio de sketches humorísiticos, compactado a la fragmentaria manera de Camera Cafe o La tira, retrata las peripecias de un peterpanesco treintañero, Borja, afincado en casa de sus padres (pese a sus planes de boda con su novia de siempre) en Basauri (el parentesco con cierto humor televisivo vasco de gran éxito surgido alrededor de Vaya semanita! es evidente), acompañado por su colega Josebas en sus sempiternas partidas en la Play o en sus logomáquicas conversaciones, preñadas de referencias generacionales pop, de fácil identificación para el seguidor (El Equipo A, la saga de Star Wars, Michael Jackson…).
Ese es uno de los elementos identificatorios de las cutres andanzas de esta pareja, la continua apoyatura en elementos subculturales generacionales (las camisetas, los videojuegos, las películas de un Bruce Willis que se le aparece como dibujo animado al protagonista en su cuarto con el uniforme de astronauta de Armaggedon, recordando las apariciones de Bogart en Sueños de un seductor de Woody Allen,…), así como un humor verborreico arrolladoramente divertido, que mueve a la carcajada (bien escaso en la televisión generalista actual), lo cual lleva al producto a sobreponerse a cierta penuria de medios y escenarios (el casi único de la sala de estar de la casa del protagonista y su familia), muy en la onda low cost que le ha caracterizado desde su eclosión en la web.
Espero que la propuesta encuentre su hueco (nicho parece que adelanta su consunción) en la parrilla dominguera y una pequeña pero suficientemente nutrida parroquia fandémica. Su inteligencia, frescura y desprejuiciamiento lo merecerían.

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